martes, 13 de septiembre de 2011

Lukas Guti

Elogio al Egoísmo


“Cuál sería la razón para socializar si a nadie le importa lo que uno piensa”. Excepto si a uno le gusta la persona de alguna forma, puede importar... pero sólo un poco. Seguimos estando solos; Sin llegar a complicar inevitablemente el asunto “familiar”, donde los intereses comunes de uno hacen que todos se preocupen de su prójimo, por obvias razones las familias son familias. Y si acaso, por puro accidente nos enamoramos de alguien más que uno mismo, quizá, pondría en riesgo la independencia de nuestros ideales; entonces importaría un poco más, pero por esa propia vanidad.

Si bien, el afán irreverente por crear espacios culturales entre nuestras antipáticas sociedades se volvió una necesidad desde que someramente el supuesto tope de nuestra civilización comenzara a aislarse. Comenzamos por construir edificios llenos de oficinas para acentuar la manera en cómo cada uno se desenvolvía entre sus similares. La disonancia entre tantas ambivalencias estaba muy lejos de ser algo real, cuando por pura necesidad lo único que siempre ha hecho el hombre es sobrevivir, de acuerdo a esas similitudes… una evolución corrompida.

Continuaron surgiendo las formas de expresión motivado por el mero conformismo de intentar mezclarse entre círculos. Cada uno tan pretencioso aunque no tan vacío, pese a que ninguno se iba en busca de sí mismo realmente, sino por la fatua sed de morder pedazos de uno menos afortunado, y sus memorias entre líneas, pinturas o partituras.

Respeto grandemente a los artistas por dedicarse a sufrir de más por el resto del mundo. Vaya forma de crucifixión, pero más digna que alguna otra que yo hay oído mentar.

En un aula donde un músico tocaba el piano, al ritmo de poemas que sus autores leyeran entre sí, y de espectadores las sonrisas y gestos que no fueran para nada fortuitos, hubo algo en común que los reunía a todos en ese mismo lugar: Su forma de pensar. Y a nadie le importaba, excepto lo que a ellos mismos llenara de júbilo. Bienvenidos a la era de los Solipsismos.



Lukas Guti

2 de septiembre del 2011.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Felipe lópez

La sociedad de la ficción y las vacas.


El endemoniado grupo de vacas que comen bits, comen Wikipedia. Loras obtusas de la minucia que vomitan lo audiovisual en documentales que “concientizan”. Batracios del individualismo en la iconografía del artificioso maquillaje virtual y de la adulación de escrotos. ¡Mentira! La sociedad de la ficción es el abismo entre la virtuosidad de una foto y el adiposo de los poros abiertos y de los puntitos blancos del desodorante en el sobaco, y las estrías en el culo como ríos de una oratoria: yo soy la foto, el cuerpo es un excremento andante. Y todos aletargando el cloroformo de su final, apaciguándolo con cualquier pachulí de un norte, salen las vacas con lienzos y metáforas, la caterva adoquinada de arte, buchiplumas en el parque alardeando ser artistas… qué salgan en masa los artistas y se diviertan con verdades de Perogrullo, de la conceptualización del relleno sanitario de la India, púdranse y ampútense las manos por dignidad. Me cago como una coprofilosofía en el humanismo hilarante de la modernidad. Mamertos dogmáticos, adalides de la verdad con su contradiscurso tan insulso, y bastardos en la cuantificación de señalar a los enemigos… pero esta caterva de bípedos de involución de la paranoia, señalan su anacronismo de vomito, señalan a Norteamérica, señalan la explotación del estado. Me cago en sus discursos trasnochados de una evidencia tan perceptible para un dragón de Komodo.

Comen como vacas y cagan como la caterva de otra raza de vacas. Maldita modernidad llena de parlanchines en la deidad de la verdad. Cuánto se luchó para que se dijeran: La libre opinión. Para que llegaran las vacas y volvieran un mierdero con sus opiniones, por eso la sociedad de la ficción mató y mató a la palabra, la prostituyeron, y la opinión ya es mejor dejarla en el presentismo de un foro, una red social, por lo cual no vale ni mierda. Me cago en las vacas que comen y comen en ese contradiscurso de ser salvadores de la humanidad, postrados en la aleatoriedad de un clic, ¡cuán desamparados están! ¡cuánta necesidad de reconocimiento! El esnobismo de lo políticamente correcto en las redes sociales. La dictadura del YO en la comparación de sentirse mejor persona, evadiendo los temores de convertirse en la puta, en el ridículo e ignorante, y dando el confort de sentirse inteligente señalando en los anglicismos de la mofa. La iconografía como deidad ante la hambrienta necesidad de reconocimiento. La verdad y la sinceridad que se proclama en un inconsciente judeocristiano, es la gran artimaña de la época de la mentira y la ficción.

Granujas del mamertismo y la falta del sentido del humor, el complejo de defender una academia, que si fuese gratis, que si se lo dieran todo, sería igual: idiotas útiles. La academia no es el dios del conocimiento, solo aliena el conocimiento como aliena a los que la defienden, volviéndose vacas en campos de concentración comiendo absoluta mierda. Me cago en la metafísica oriental en medio de saltimbanquis juveniles y productos americanos. Vacas, que fueron elegidos para hablar mierda, ni sus mandíbulas les sirven para rumiar, abstraigan, abstraigan seres que se babosean diciendo: “Que somos una nueva generación que no come cuento”, claro, déjeme reírme vacas alineadas de la critica insulsa, vacas de la masa y vacas de la critica de la masa que son igual de patéticos, por eso vacas llenas de gula: sean las vacas que rumia y no la carnicería de la sociedad de la ficción. Nadie escucha, todos hablan, nadie procesa, por eso la sociedad de la ficción es una completa diarrea.


Felipe lópez